martes, 13 de agosto de 2019

Reseña de MIRIAM MIENTE (Competencia Oficial) / 23 FESTIVAL DE CINE DE LIMA

Reseña: MIRIAM MIENTE (2018) de Natalia Cabral & Oriol Estrada.
Por: Diego Mezarina

23 Festival de Cine de Lima - *COMPETENCIA OFICIAL*.
País: República Dominicana.
Género: Drama.
Duración: 90 minutos.
  

Ad portas de su fiesta de 15 años, Miriam se enamora. Pero este, es un amor prohibido, uno que la hará sumergirse en una serie de mentiras.
Miriam (Dulce Rodríguez), personaje central de la trama, es una jovencita sensible y con cierta dualidad en su conducta. A veces se muestra reservada, otras tantas da lugar a su lado rebelde y aventurero.

Es aquel último rasgo, el que motiva su afán romántico. Merced a un previo recorrido por diversos chats de internet, esta tiene ya un novio formal on line… un galán de corte virtual y de rostro aún desconocido.
Jean Louis, es el nombre del afortunado. Miriam acuerda una cita con él en un Centro Comercial. Grande es su sorpresa sin embargo, la mayor tragedia acontece… Jean Louis (si acaso ese es su nombre real), es NEGRO. Miriam lo vio de lejos, ella aún no ha rebelado su identidad. Su única salida es huir del lugar.

Curioso detalle, Miriam es afro descendiente, tal y como Jean Louis. ¿Cuál es el problema entonces?
El medio social en el cual se desenvuelve la protagonista. Un espacio burgués y acomodado, asoma cual fortaleza amurallada, una contundente división de razas y clases. 

 
Si bien Miriam pertenece a la raza equivocada, es su posición económica la que le otorga un mejor status. Esto, y el hecho de que su madre sea BLANCA. Una especie de purificación o implementación socio / racial, bien aceptada por el círculo amical de la joven.

Ante tal risible escenario, es que emerge Jennifer (Carolina Rohana).
De tono radiante, alegre y un tanto pícara, la joven de raza BLANCA ve en su contraparte mulata (Miriam) a la perfecta mejor amiga. Su compañera de juego recurrente y la más solemne confidente. 

El quinceañero se acerca. Miriam, Jennifer y algunas otras de sus compañeras se encuentran cada tarde en una academia de baile de alto rango. No obstante, la coreo para la fiesta no esta lista. Miriam no tiene pareja… no puede ensayar. 

 
Con bombos y platillos esta anunció que dicha plaza sería ocupada por Jean Louis. En la versión de la joven, Jean Louis es un gallardo muchacho de raza blanca, rizos dorados, ojos azules y para cerrar con broche de oro: Hijo del agregado cultural de la Embajada de Francia. Ni más ni menos.

Más allá de su Pecado Racial, se rebela luego una nueva afrenta de Jean Louis. Este, es un encargado de limpieza, un jardinero, limpia baños, mil oficios, como quieran llamarlo. Y peor aún, Jean trabaja justamente en la academia de baile frecuentada por Miriam y sus elitistas compañeras.

Los días pasan y las mentiras aumentan. Miriam va quedando cada vez más comprometida en su necia y tozuda terquedad, una quimera por demás absurda. La comunicación on line con Jean Louis se da de tanto en tanto. No hay una respuesta acertada, solo más falacias y decepciones.

La madre de Miriam se torna sospechosa y preocupada. Para ella, aquel Quinceañero asoma como una auto reivindicación. Un momento mágico que ella nunca experimento. Eso, y el hecho de haber sufrido las consecuencias de enamorarse de un hombre negro allá en su juventud, motivando así la dura desaprobación de su padre.

Las amigas de Miriam también se muestran suspicaces, en especial Jennifer.
Cual aspirantes a Lolitas, estas buscan motivar a la ahora adusta Miriam, relatando con incansable y pecaminoso afán algunas de sus experiencias amorosas. 
Todo es esfuerzo es fútil sin embargo. Miriam no revela ninguna información relevante respecto a Jean Louis. Las consecuencias sociales y familiares ante tal acto, serian por demás nefastas.

En el ínterin, Miriam se permite bajar al llano. Realizando algunas visitas a su padre, negro de nacimiento y de buen corazón. De ánimo festivo y jovial, este sabe cómo sacar a Miriam de su recurrente formalidad, haciéndola bailar con renovado espíritu al ritmo de una sabrosa salsa.

El break no dura mucho. Miriam debe volver a las altas esferas y afrontar de nueva cuenta la maraña de ficciones que esta ha ido acumulando frente a ella.
Es solo cercano al final, a muy poco de su fiesta, que Miriam se confiesa con Jennifer. La infame verdad es así rebelada: “Jean Louis es negro”.
La niña blanca abraza a su amiga morena, el momento es emotivo, con algo de jocoso y mucho de patético.

La madre se entera (infidencia de Jennifer). Está ahora se tornara antagónica a los deseos de su hija, evitando a como dé lugar que esta llegue a encontrarse con su menesteroso pretendiente.

El “Día D” ha llegado. El quinceañero de Miriam. Entre decorados decadentes y coreos poco inspiradas, la joven mulata y su moreno novio se observan a lo lejos. Esta lo llegó a invitar previamente (vía chat). Jean Louis luce elegantemente ataviado para la ocasión.  

El momento entre ambos es tenso y un tanto incómodo. No hay lugar para un happy ending estilo Hollywood, con el galán llevando a Miriam en brazos entre los aplausos del respetable. El desenlace, como tal, es solo un desencuentro. Un adiós, sin palabra alguna. 

Miriam y Jennifer se reencuentran luego por fuera de la fiesta. Culpable aún tras la reciente traición, Jennifer busca consolar a Miriam. No hay mucho más que decir, es tan solo la compañía que se dan la una a la otra, lo que ambas necesitan para sobrellevar aquel duro momento.

Miriam Miente, primer largometraje de ficción de la pareja Cabral / Oriol, nos presenta en un curioso y por momentos farsesco entorno de tipo burgués. Una clase media acomodada, con ciertos privilegios y muchos complejos.
Temas puntuales como la crisis de identidad, la diferencia de clases y una casi patológica hipocresía al respecto, son retratados aquí sin ambigüedad alguna.
No obstante, tal vez sea este punto el que más podría afectarnos como espectadores. El constatar que este tipo de conductas son aún una constante en muchas partes del continente.
Sin duda, la presente cinta motiva a la reflexión, dejando muy en claro su mensaje. 

Respecto al manejo actoral, debo confesar que la interpretación de Dulce Rodríguez (Miriam), no fue de mis favoritas. Por momentos sobresaliente, pero muchas otras un tanto flemática e inexpresiva. No logre captar aquella angustia vinculada a su personaje. Al menos, no en su totalidad.
Carolina Rohana (Jennifer), por otro lado, fue el perfecto contrapunto para la excesiva parsimonia de Miriam. Una correcta e interesante interpretación, que contribuyó en forjar una orgánica y natural relación entre ambos personajes.
Eso es todo por ahora. Hasta la siguiente función. 


 
Diego Mezarina.


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