Reseña: MIRIAM MIENTE (2018) de Natalia Cabral &
Oriol Estrada.
Por: Diego Mezarina
23 Festival de Cine de Lima
- *COMPETENCIA OFICIAL*.
País: República Dominicana.
Género: Drama.
Duración: 90 minutos.
Ad portas de su fiesta de 15 años,
Miriam se enamora. Pero este, es un amor prohibido, uno que la hará sumergirse
en una serie de mentiras.
Miriam (Dulce Rodríguez), personaje central de la
trama, es una jovencita sensible y con cierta dualidad en su conducta. A veces
se muestra reservada, otras tantas da lugar a su lado rebelde y aventurero.
Es aquel último rasgo, el que motiva su afán
romántico. Merced a un previo recorrido por diversos chats de internet, esta
tiene ya un novio formal on line… un
galán de corte virtual y de rostro
aún desconocido.
Jean Louis, es el nombre del afortunado. Miriam acuerda una cita
con él en un Centro Comercial. Grande es su sorpresa sin embargo, la mayor
tragedia acontece… Jean Louis (si acaso ese es su nombre real), es NEGRO.
Miriam lo vio de lejos, ella aún no ha rebelado su identidad. Su única salida
es huir del lugar.
Curioso detalle, Miriam es afro descendiente, tal y como Jean Louis. ¿Cuál es el problema
entonces?
El medio social en el cual se desenvuelve la protagonista.
Un espacio burgués y acomodado, asoma cual fortaleza amurallada, una
contundente división de razas y clases.
Si bien Miriam pertenece a la raza equivocada, es su posición económica la que le otorga un mejor
status. Esto, y el hecho de que su madre sea BLANCA. Una especie de purificación o implementación socio /
racial, bien aceptada por el círculo amical de la joven.
Ante tal risible escenario, es que emerge Jennifer (Carolina Rohana).
De tono radiante, alegre y un tanto pícara, la joven
de raza BLANCA ve en su contraparte mulata (Miriam) a la perfecta mejor amiga.
Su compañera de juego recurrente y la más solemne confidente.
El quinceañero se acerca. Miriam, Jennifer y algunas
otras de sus compañeras se encuentran cada tarde en una academia de baile de
alto rango. No obstante, la coreo para la fiesta no esta lista. Miriam no tiene
pareja… no puede ensayar.
Con bombos y platillos esta anunció que dicha plaza
sería ocupada por Jean Louis. En la
versión de la joven, Jean Louis es un gallardo muchacho de raza blanca, rizos
dorados, ojos azules y para cerrar con broche de oro: Hijo del agregado
cultural de la Embajada de Francia. Ni más ni menos.
Más allá de su Pecado
Racial, se rebela luego una nueva afrenta de Jean Louis. Este, es un
encargado de limpieza, un jardinero, limpia baños, mil oficios, como quieran
llamarlo. Y peor aún, Jean trabaja justamente en la academia de baile
frecuentada por Miriam y sus elitistas compañeras.
Los días pasan y las mentiras aumentan. Miriam va quedando
cada vez más comprometida en su necia y tozuda terquedad, una quimera por demás
absurda. La comunicación on line con
Jean Louis se da de tanto en tanto. No hay una respuesta acertada, solo más
falacias y decepciones.
La madre de Miriam se torna sospechosa y preocupada.
Para ella, aquel Quinceañero asoma
como una auto reivindicación. Un momento mágico que ella nunca experimento.
Eso, y el hecho de haber sufrido las consecuencias de enamorarse de un hombre
negro allá en su juventud, motivando así la dura desaprobación de su padre.
Las amigas de Miriam también se muestran suspicaces,
en especial Jennifer.
Cual aspirantes a Lolitas,
estas buscan motivar a la ahora adusta Miriam, relatando con incansable y
pecaminoso afán algunas de sus experiencias amorosas.
Todo es esfuerzo es fútil sin embargo. Miriam no
revela ninguna información relevante respecto a Jean Louis. Las consecuencias sociales y familiares ante tal acto, serian por demás nefastas.
En el ínterin, Miriam se permite bajar al llano. Realizando algunas visitas a su padre, negro de
nacimiento y de buen corazón. De ánimo festivo y jovial, este sabe cómo sacar a
Miriam de su recurrente formalidad, haciéndola bailar con renovado espíritu al
ritmo de una sabrosa salsa.
El break no
dura mucho. Miriam debe volver a las altas esferas y afrontar de nueva cuenta
la maraña de ficciones que esta ha ido acumulando frente a ella.
Es solo cercano al final, a muy poco de su fiesta, que
Miriam se confiesa con Jennifer. La infame verdad es así rebelada: “Jean Louis
es negro”.
La niña blanca abraza a su amiga morena, el momento es
emotivo, con algo de jocoso y mucho de patético.
La madre se entera (infidencia de Jennifer). Está
ahora se tornara antagónica a los
deseos de su hija, evitando a como dé lugar que esta llegue a encontrarse con
su menesteroso pretendiente.
El “Día D” ha llegado. El quinceañero de Miriam. Entre
decorados decadentes y coreos poco inspiradas, la joven mulata y su moreno
novio se observan a lo lejos. Esta lo llegó a invitar previamente (vía chat).
Jean Louis luce elegantemente ataviado para la ocasión.
El momento entre ambos es tenso y un tanto incómodo. No
hay lugar para un happy ending estilo
Hollywood, con el galán llevando a Miriam en brazos entre los aplausos del
respetable. El desenlace, como tal, es solo un desencuentro. Un adiós, sin palabra
alguna.
Miriam y Jennifer se reencuentran luego por fuera de
la fiesta. Culpable aún tras la reciente traición, Jennifer busca consolar a
Miriam. No hay mucho más que decir, es tan solo la compañía que se dan la una a
la otra, lo que ambas necesitan para sobrellevar aquel duro momento.
Miriam Miente, primer largometraje de ficción de la pareja Cabral /
Oriol, nos presenta en un curioso y por momentos farsesco entorno de tipo
burgués. Una clase media acomodada, con ciertos privilegios y muchos complejos.
Temas puntuales como la crisis de identidad, la
diferencia de clases y una casi patológica hipocresía al respecto, son
retratados aquí sin ambigüedad alguna.
No obstante, tal vez sea este punto el que más podría
afectarnos como espectadores. El constatar que este tipo de conductas son aún
una constante en muchas partes del continente.
Sin duda, la presente cinta motiva a la reflexión,
dejando muy en claro su mensaje.
Respecto al manejo actoral, debo confesar que la
interpretación de Dulce Rodríguez (Miriam), no fue de mis favoritas. Por
momentos sobresaliente, pero muchas otras un tanto flemática e inexpresiva. No
logre captar aquella angustia vinculada a su personaje. Al menos, no en su
totalidad.
Carolina Rohana (Jennifer), por otro lado, fue el
perfecto contrapunto para la excesiva parsimonia de Miriam. Una correcta e
interesante interpretación, que contribuyó en forjar una orgánica y natural
relación entre ambos personajes.
Eso es todo por ahora. Hasta la siguiente función.
Diego Mezarina.
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