domingo, 4 de octubre de 2020

Crítica de EL PROBLEMA DE NACER de Sandra Wollner - XI FESTIVAL AL ESTE

 Crítica de Gisella Barthé

El Problema de Nacer de la directora Sandra Wollner, tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Berlín, ahora es parte de la Competencia Oficial de XI Al Este.  

En una Viena socialmente indeseable y deshumanizada, una androide llamada Eli (Lena Watson), de 10 años, y con alma propia, creada para pertubar y complacer los deseos oscuros, dualidad difícil de comprender.

La humanidad ha entrado en una crisis de indentidad y deformidad del espíritu, la relación perturbadora de la androide infantil, cuya misión es pasar el verano con Georg (Dominik Warta) el hombre que la programa para evocar a su hija, rozando la pedofília. Eli el androide humano se reprograma con una huida, es recogido por un automovilista (Simon Hatzl) quien luego le regala el juguete androide a su anciana madre (Ingrid Burkhard), todavía de luto por el hermano pequeño que perdió hace 60 años, Eli pasa ahora a ser ese niño.

El Problema de Nacer, tiene dos tiempos narrativos, en la primera mitad nos plantea con planos largos, un universo sombrío, repugnante y a la vez distante; se palpa esa frialdad visual, que por momentos adormece.


Este androide anti-pinocho, que roza el frankenstein infantil, en la otra mitad de la película, toma vida propia, igual siempre los personajes casi nunca están acompañados, los centros comerciales, las carreteras llenas de automóviles y los rascacielos distantes dominan el paisaje.

La película aborda el tema de curar tus demonios con la intelegencia artificial, como humanos futuristas han renunciado a un mundo utópico, em este filme todo se transgrede en un cruce de refllexiones, plasmado en el aspecto visual y sonoro, una dicotomía entre la imágen y la voz en off que narra los recuerdos programados por Eli. 

La inacción marca la construcción del filme, la narrativa repetitiva de acciones insconscientes de lamentos silenciosos, de separar los nervios de la carne, todo en conjunto compone lo sombrío, pero tedioso en su propuesta, con la sensación de poder haber dado algo más.


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