domingo, 7 de agosto de 2022

Critica de LA DANZA DE LOS MIRLOS de Álvaro Luque

 

LA DANZA DE LOS MIRLOS

 

“Si no era músico, pude haber sido cineasta”. Me dicen eso y hasta aquí termina mi trabajo. Bajo el micrófono, me voy y dejo que Jorge Rodríguez Grandéz haga lo que siempre hizo en paralelo a su carrera musical, filmar libremente. Esto no sería algo nuevo, darle la cámara al personaje que se retrata es algo que se hace en el cine documental contemporáneo, y aporta muchas betas estéticas, debates y discusiones incluso políticas. Ese momento en que Jorge Rodríguez dice la citada frase, una puerta tentadora se abre frente a nosotros, y se deja pasar para demostrar que lo que se dice y hace frente a cámara son solo piezas de una narrativa, una tuerca gigante que pretende hacer girar un documental. Este testimonio curioso solo sería un poco de aceite en la rechinante rueda.

Así el documental pareciera querer funcionar, sino como cine, por lo menos como documento histórico. Pero, al mismo tiempo, las propias filmaciones de Jorge Rodríguez son coloreadas como si spot de faber castell se tratara. Como si se quisiera dar una cara menos “histórica” y más “divertida” a aquellas filmaciones granuladas, sepias y temblorosas que hacía este músico interesado en el autorregistro. Esos colorinches agregados en post producción parecen querer alinearse al aire fresco de la música mirleana. Pero, todo lo contrario a ese swing, a esa sabrosura, esas figuras coloridas terminan siendo invasores repetitivos y vacíos - que para nada son fruto de un esfuerzo reflexivo por usar este recurso como elemento estético-expresivo, como se hace por ejemplo con el gift en el hyperarte del espacio digital -. Se evidencia entonces el intento por querer maquillar de alegre y ligero un documental extremadamente pesado, o más vilmente, un manotazo ahogado por eliminar todo tufo amateur en un documental de alta factura. Una puesta en práctica del “nos reservamos el derecho de admisión” en el cine. Un documental que no se decide si documento histórico o viaje estético. ¿Híbrido por indecisión? No. Común por cansancio.

 Por esa razón no hablo aquí del esfuerzo periodístico en recopilar toda esa información, porque a mi no me interesa las formas en que una rueda se refuerza, sino los intentos valerosos, e incluso los fallidos, en hacer que colapse. El cine que vuela con todos los huesos rotos. No el que compra pasaje de vuelo con tarjeta de crédito.

 No me reduzcan a alguien que odia la plata. Me parece acertada la decisión administrativa de iniciar el festival con un filme que sirva de excusa para hacer una fiesta musical al finalizar y hacerle justicia al sentido de una inauguración. Pero, cuando aún no se ha llegado al destino y no hay dónde vomitar, ¿cómo se baja de un avión?

 

Por : Marco Zapata




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