[ENTREVISTA: Fernando Gutiérrez, “Huanchaco”, director de “La chucha
perdida de los Incas”]
17 abr
Egresado
de la Facultad de Bellas Artes de la PUCP, la vocación de este artista
por desarrollar obras ligadas a la performance y en la que hacen conjunción la
pintura, escultura, fotografía y video, ya esbozaban una idea cinematográfica
que ha tomado forma en un documental cuya exaltación del delirio nos lleva a un
viaje por metáforas y lecturas sobre la identidad nacional. Pero ojo, lo
rebuscado de tales fuentes no implica un demérito hacia el resultado final, por
el contrario, redondea una mirada nada convencional y hasta clandestina de
nosotros mismos.
La ironía que la mayoría de sus muestras despliegan al contrastar la solemnidad de los héroes nacionales en oposición a la figura irreverente del superhéroe, nos daba ya muchas pistas acerca de su particular visión del Perú como nación más allá de los conceptos tradicionales. Fernando Gutiérrez, "Huanchaco", no es un artista interesado en indagar en interpretaciones que provengan del academicismo de las versiones oficiales. En lugar de ello, su campo de exploración viene del delirio y de personajes que dentro de su locura esbozan un método. Así, de su acercamiento al controvertido psicoanalista Mario Poggi (preso entre 1986 y 1991 por el asesinato de un presunto asesino serial), o con los miembros del Centro Cultural y Espiritual "Alfa y Omega", que postulan una revelación divina que mezcla el fervor religioso con los fenómenos extraterrestres, su mirada opta por una insana curiosidad.
Partiendo del concepto
de paternidad que los antiguos peruanos tenían en la figura del dios Sol y que
varió luego hacia la religión católica, "La chucha
perdida de los Incas" transita por un imaginario
afiebrado y demencial en el que su director no tiene pudor alguno en explorar
para a partir de los desvaríos de sus protagonistas, crear un universo propio
que sublima un mundo de sensaciones en el que nada es categórico, pero si
aparente. Estrenado en un circuito cultural y de cine clubs, conversamos
con su autor sobre esta propuesta que rompe con la monotonía y muchos lugares
comunes del documental peruano.
SAYO
HURTADO: Como artista plástico, has explorado el cine a tu manera. ¿Cómo es que
dentro del conjunto de tu obra llegas a tener el impulso para dirigir una
película sin tener una formación académica o de escuela?
FERNANDO
GUTIÉRREZ: Hay algo que para mí es
interesante y es que normalmente yo uso el audiovisual como registro o como
parte del registro de la investigación de mi obra. Yo estaba interesado en unas
cosas que estaba investigando con Mario Poggi acerca de antropología y
es así como decido grabarlo y luego procesarlo, porque para mí es más fácil
hacer eso que estar tomando apuntes. Yo no sé si llamar a esto un
documental, tal vez sería más apropiado definirlo como un ensayo experimental o
algo así. Este material audiovisual termina siendo como una bitácora de mis
proyectos durante un año y medio. Lo que yo encuentro interesante es que al
tener este material audiovisual que ya está fuera de mí, yo voy retratando
personajes, pero también retrato mi cabeza y mi manera de generar conexiones. Cuando
me enfrento a ese material, descubro a un personaje como Mario, quien
tiene una bandera y su propio país y me da unos mapas que me mandan hacia unas
ruinas.
La asociación “Alfa y Omega”, quienes tienen también su propia bandera, me dan unos rollos telepáticos que escaneo y los transmito y aparece un personaje. Así se empiezan a generar ecos a partir del hablar de una figura paterna o de la imagen del sol como padre. Poggi decía qué a partir de la conquista, el sol ya no era el padre sino la Sagrada Trinidad, por ende, eso trae una crisis sobre la figura paterna y que “Alfa y Omega” plantea de otra manera.
Es interesante que a
partir de este recorrido que voy haciendo, la imagen final -que es la renuncia
de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y que representa la imagen paterna de la
sociedad por ser el presidente de la república y que es algo que Poggi
perseguía-, en el camino se contrasta con una serie de ecos a partir de
encontrar a la gente de “Alfa y Omega” marchando en
protestas por las calles, lo que permite que el material empiece a funcionar
solo. Este es un documental híbrido que se abre paso como un lenguaje más
allá de las etiquetas de alguien que viene del mundo académico del cine y que
pretende catalogarlo. Yo no tengo esas categorías, tal vez por eso fluyo de una
manera entre libre y caótica.
SH: Dentro de esa libertad, el hecho que auscultes el alma de Mario Poggi y de la gente de “Alfa y Omega” no es una afirmación de su propia verdad, sino que delinea más bien un territorio de búsqueda….
FG: En realidad, es la
búsqueda que voy teniendo al abordar los proyectos. Ese material de registro no
trae una confrontación sino una exploración. El planteamiento es algo que yo
resuelvo en exposiciones en términos de artes plásticas, pero ese es mi
material en bruto de búsqueda. Mi voz es solo una voz que va viajando en esa
ruta sin necesariamente tener una claridad, pero hay ecos entre las escenas y
los personajes que finalmente la van evidenciando. Una decisión que tomamos
con el editor, Juan Daniel Molero, es que ninguno de los personajes
tenga un rótulo que indique quien es quien, lo cual hace que el documental sea
más difícil de leer y sin el más mínimo esfuerzo por hacerte entender esos
detalles o hacerlo más digerible, indicándote que se trata de un viaje en el
que todo se vuelve más bien en una cuestión sensorial de bitácora y proceso que
vas descubriendo.
SH:
¿Al momento de iniciar esta bitácora tuviste algún referente en particular para
darle forma?
FG: La verdad, no, porque no manejaba muchos referentes. Lo que ha sido clave es la edición con Juan Daniel Molero. El diálogo se produjo trabajando en la isla de edición y tomando mucho café. Juan Daniel maneja muy bien las claves del cine experimental y eso ha funcionado de gran manera. Más que referentes, ha habido un nivel muy riguroso de edición y asesoramiento.
SH:
Más allá de que el mismo Mario Poggi o que “Alfa y Omega” no puedan ser tomados
en serio por mucha gente, su interpretación “no oficial” de la sociedad es un
elemento que no deja de ser apasionante como tema de investigación…
FG: En el caso de Poggi,
lo que yo estaba percibiendo es la idea de cómo se nombra nuestro pasado
prehispánico, ya sea desde viajeros del siglo XIX o una visión occidental y eso
sentencia la manera en que es leído. Yo he crecido en Trujillo, hay una
huaca del Sol y la Luna, pero no hay ningún culto al Sol y la Luna. Yo no
puedo cuestionar a los padres de la arqueología, pero cuando finalmente Poggi
dice la frase: “La chucha perdida de los Incas”,
genera las mismas mecánicas erróneas de nombrar y a partir de eso le otorgas
una función. Esa era la búsqueda de Mario. Con “Alfa y Omega” a mí me interesaba una
cuestión muy poética que son estos textos bíblicos en los que Dios le habla por
primera vez a Latinoamérica como “hijos”.
Hay algo místico en
todo esto que hace que yo no genere ningún tipo de cuestionamiento, algo que el
material más bien genera por sí mismo. Lo importante es que cada uno se haga
sus propias preguntas sin necesidad de que yo sentencie una verdad. Mientras
los dos mundos que exploro son muy internos y muy míos, la escena final te
presenta a un personaje que trae nuevos ecos mientras se pierde dirigiendo el
tránsito. Yo he tratado que la reflexión se dé por conectores de imágenes
en lugar de imponer yo una voz.
SH:
No es raro que en cinematografías como la española y argentina, este tipo de
temáticas den pie a falsos documentales o ficciones invadidas de humor negro y
con una vocación mayor por burlarse de los protagonistas. ¿Qué opinas de esos
tratamientos?
FG:
Algo de lo que yo no he
sido consciente por venir del mundo de las artes plásticas, es que estos
personajes dicen algo y quien finalmente ejecuta sus ideas soy yo. Mario
Poggi me habla de unas ruinas perdidas y es él quien teoriza al respecto,
pero quien viaja vestido como un hombre del siglo XIX soy yo y soy quien podría
ser señalado por hacer caso de esos delirios. Entonces, yo me pongo en esa
situación en lugar de que lo hagan mis personajes. Es igual que con “Alfa y Omega”, ellos me hablan de sus
rollos telepáticos, pero quien se va al desierto para ejecutar algo para
transmitir y conectar soy yo. Me parece interesante que las personas que me
van diciendo lo que piensan sean retratadas en su cotidianeidad y quien
desentona con la búsqueda y la locura, sea yo. Dentro de las artes plásticas
esto podría estar catalogado más como una “performance” en lugar de pensarlo
como un documental clásico, y es algo que ha sido alentado por gente de cine
como Omar Quesada, Alonso Elías y Juan Daniel Molero,
que cuando los conocí me aconsejaron hacer de este material un largometraje.
SH: Tus personajes son una suerte de subversión en sí mismos y creo que habitan en muchas estancias de nuestra sociedad, con una lectura muy al margen de todo lo oficial, ¿Cómo los ves fuera de la película?
FG: Hay algo en ellos que es con lo que yo me identifico: su manera de establecer conexiones y de generar la realidad de la historia. Algo que está en otros códigos y que se parecen a los míos. Hay una sintonía que hace que yo pueda mirar a estos personajes y encontrar un espacio común. En cada nivel de la sociedad, he ido encontrando personajes que rompen con ella y que hacen que esta no sea una estructura cuadrada, aportando un punto de equilibrio. Cuando me acerco a ellos es porque hay una familiaridad.
SH: También has estado cerca de un personaje muy particular como el director Leonidas Zegarra a quien le has dedicado una muestra artística. ¿Nunca pensaste en hacer una película con él?
FG: Ambos queríamos hacer un documental y fuimos haciendo un registro como cuando su estatua fue llevada por las calles de Miraflores como una procesión en 2012. La idea era que el monumento terminara en su pueblo natal, como una suerte de retorno del hijo pródigo y convertido en un héroe cultural. Para mí, el cine de Leonidas era valioso porque tenía una identidad propia y un componente que pocas películas tienen en nuestro país: la superstición, que es algo anclado en el ADN de nuestra sociedad y que él incorporaba como parte de su lenguaje. Eso generaba que su cine fuera muy local y que tuviera una raíz muy profunda a nivel sociedad. Muy aparte de las carencias económicas y estéticas de sus producciones, eso era algo que a mí me fascinaba. Se nos hizo casi imposible hacer ese documental por un tema de fondos y muchos otros factores. Hay material al respecto, pero, lamentablemente, durante la pandemia Leonidas falleció. Era increíble como en su cine, la superstición era el personaje invisible que movía todos los hilos. Era una verdad en él.
Desaparecido
director Leonidas Zegarra en la muestra "De nuevo a la vida" que
Fernando Gutiérrez hizo en su honor en 2010
SH: Era difícil pensar que una película como esta pudiera tener una distribución comercial en multicines…
FG: Hay un circuito
programado para la película, pero es alternativo. Se trata de cine clubs y
salas culturales porque nunca pensamos en un estreno comercial. Tenemos un
recorrido por Cuzco, Puno, Arequipa, Huancayo, Trujillo
y Chiclayo, pero es para un público diferente y con ingreso libre. Igual,
no va a ser algo fácil de presentar desde el título que es complicado. Eso sí
me quita el sueño porque no sé hasta qué punto puede resultar agresivo. No
quise cambiarlo porque salió de una frase de Mario Poggi y me pareció
interesante mantenerlo. El propósito del lanzamiento es básicamente mover
la película y me intrigan mucho los debates que se puedan originar: Habrá gente
que tal vez le parezca algo interesante por el lenguaje y otra que piense que
nada que ver.
SH:
A partir de este proyecto… ¿Estás interesado en construir una filmografía?
FG: Lo que me gusta de hacer cine es que se construye una familia a partir de una creación en conjunto, que es lo opuesto a estar metido en un taller trabajando. Normalmente, yo me voy vinculando en el camino con gente que voy conociendo como Leonidas Zegarra o Mario Poggi, pero a partir de esta película me gustaría enfocarme en la ficción porque nos estamos encaminando cada vez más hacia una sociedad más conservadora. Me estresa que por más que haya una buena intención detrás de una película, no sabes hasta qué punto puedes herir susceptibilidades. Creo que la ficción me da más independencia y menos deudas emocionales con las que luego debo ver como parcho.