lunes, 19 de agosto de 2019

Reseña: LA CAMARISTA (2018) de Lila Avilés - 23 Festival de Cine de Lima.


Reseña: LA CAMARISTA (2018) de Lila Avilés.
Por: Diego Mezarina

23 Festival de Cine de Lima - *COMPETENCIA OFICIAL*.
Género: Drama.
Duración: 102 minutos.

 
Evelia (Eve), mucama de un lujoso hotel 5 estrellas, vive atrapada en la diaria rutina de su entorno laboral. No obstante, esta aún se permite soñar.  

La Camarista, opera prima de la directora Lila Avilés, nos presenta como único escenario aquella inmensa torre de cristal, ubicada en pleno corazón del D.F. mexicano. 

De lleno, nos vemos sumergidos en un entorno de blancos y grises. Puertas, paredes de concreto, mayólicas y muebles confluyen así en un casi monocromático y minimalista ambiente.

Es entre este espacio que se desenvuelve Eve (Gabriela Cartol), auxiliar de limpieza. De mirada un tanto triste y vistiendo su gris uniforme, ella muestra siempre una gentil disposición (si acaso dócil), hacia los distintos huéspedes que la requieren.


Aunque responsable y dedicada, Eve se permite de cuando en cuando curiosear en los cuartos que atiende. Gusta de divagar con los artículos que encuentra y se sumerge en sus propios pensamientos. Cualquier cosa que la saque del tedio de sus quehaceres es menester para hacer tolerable su actual situación.

Es curioso sin embargo, el observar al resto de colegas de Eve con una mejor predisposición. En concreto, es un colectivo alegre y entusiasta, camuflado claro está, en aquel ámbito gris y geométrico de los interiores del hotel.


Solo Eve se muestra apática, inconforme, incluso introvertida. No gusta mucho de interactuar con sus pares. En todo caso, el poder comunicarse cada tarde con su menor hijo (Rubén) vía telefónica, es toda la comunicación que ella necesita. 

Lo quiera o no, sin embargo, diversos personajes irán cruzándose en el camino de Eve, matizando así la trama. A veces para bien. Otras, no tanto.
Desde huéspedes un tanto excéntricos (una poco recatada argentina, madre primeriza), a colegas parcos (la ascensorista lectora), emprendedores (la vende tapers) e incluso algunas de corte jacarandoso (La Mini Toy).

Es justo esta última (Mini Toy), quien hará las veces de una oportuna sidekick para Eve. Risueña de nacimiento y sin complejo alguno por su rolliza y ruda apariencia, Mini Toy se dará a la tarea de sacar a Eve de su habitual ostracismo, obteniendo de cuando en cuando una cómplice sonrisa.

En lo referente al aspecto idílico, tenemos como mención especial al Limpiaventanas. Un joven trabajador del hotel, quien no dudará en cortejar a la adusta Eve. Pese a todo, la respuesta es nula… al menos, de momento.    
El tiempo sigue su curso, inexorable en lo cotidiano e intrascendente. Nada de lo que Eve haga tiene un valor real, más que para sí misma.

¿Su gran objetivo?, el ascender al Piso 42, y mejorar su status (laboral y educativo). Esto, mientras intenta obtener con porfiado empeño un vestido rojo del cajón de “Objetos Perdidos”, propiedad del hotel.

Se da un momento atípico de la protagonista. Siempre con su pretendiente desde el otro lado del ventanal, esta se desnuda para él. ¿Acaso ambos ya comparten una relación?, ¿qué ocurrió entre ellos, fuera de las paredes del hotel?

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La trama no revela nada de manera específica. La única pista en este caso, es el observar a Eve en una escena posterior, tendida sobre el retrete de uno de los cuartos y luciendo un semblante enfermo. Tal vez el pequeño Rubén tenga un nuevo compañero de juegos.

El desenlace no es auspicioso. Un duro revés aguarda a Eve, anulando así sus pretensiones laborales. 

Estancada en su realidad y con el vestido rojo en mano, Eve pierde el control y estalla en un intenso frenesí de rabia. 

Su refugio para la consumación de tan irreverente acto es el Área de Lavandería  del hotel. Así, sus gritos se entremezclan con el constante sonar de las decenas de lavadoras que la rodean en aquel siempre monocromático, geométrico y asfixiante espacio, tan bien compuesto por la directora. 

Eve experimenta otro instante de rebeldía y rompe las reglas. Esta asciende por cuenta propia al tan añorado Piso 42.

El decorado de aquel lugar es distinto. Más llamativo y multicolor. Una elegancia moderna y de corte pomposo asoma ante los ojos de la joven mucama. Para su pesar, este es solo un consuelo temporal.

Su jornada culmina, como tantas otras veces, más con pena y sin ninguna gloria. La ira y furia previas, son ahora precedidas por el conformismo y una moderada desidia. 

Eve atraviesa las puertas giratorias de su centro de labores y enrumba hacia la calle. NADA EXISTE más allá de los confines de aquel acristalado e imponente edificio. Eve se aleja cada vez más del encuadre hasta perderse en el desenfoque… Corte a negro. Fin.

De ritmo pausado, meramente contemplativa y un tanto monótona en ocasiones, La Camarista guarda sin embargo, una cualidad esencial en su propuesta: Hacer interesante lo insignificante.

La cinta, es una competente exploración hacia lo cotidiano y meramente irrelevante. Una escrupulosa narración del diario quehacer de Eve. Un personaje como tantos, sin mayores credenciales o logros valederos. Tan solo una vida opaca y melancólica que converge con el resto.

Mención especial a la agudeza visual de la debutante directora y su óptimo manejo de la atmósfera. Esto, sumado a la sutil, pero contundente propuesta fotográfica (Carlos F. Rossini) y a una excelente dirección de actores.
Sin duda, Gabriela Cartol emerge como la piedra angular de todo este esquema, merced a su excelente y cautivante performance. 

De momento, es de mis cintas favoritas. Recomendada.

Hasta la siguiente función. Nos vemos en el Festival.





Diego Mezarina.

Reseña: CENIZA NEGRA (2019) - 23 Festival de Cine de Lima - *COMPETENCIA OFICIAL*.


Reseña: CENIZA NEGRA (2019) de Sofía Quirós Ubeda.
Por: Diego Mezarina

23 Festival de Cine de Lima - *COMPETENCIA OFICIAL*.
País: Costa Rica – Argentina – Chile – Francia (Coprod).
Género: Drama.
Duración: 82 minutos.

  
Entre verdes paisajes y ritos paganos, Selva (13) se ve obligada a crecer y confrontar tanto la muerte, como el fin de su inocencia.

Ceniza Negra, ópera prima de la directora, es una suerte de continuación del corto “Selva” (2017), exhibido En la Semana de la Crítica de Cannes.
Locación Central: Un pueblo costero del Caribe.

Tras la desaparición de sus padres (en la previa entrega), Selva (Smachleen Gutiérrez), retoma ahora la historia en compañía de sus abuelos. Ellos son toda la familia que le queda.


 El panorama no es muy alentador. Su abuelo se encuentra ya en un estado senil, desvariando con cabras que no existen. Su abuela, por otra parte es un espíritu libre, rebelde e irresponsable que más gusta de la fiesta y la bebida.
Así y todo, Selva es encantadora desde un inicio. Sin dejarse atribular por la compleja situación, esta vive su adolescencia del mejor modo que le es posible. 

Risueña y vivaz, Selva comparte cómplices sonrisas con sus amigas, mientras las instruye cándidamente en el arte del beso. Incluso se permite fiestear y salir ocasionalmente con un púber pretendiente, en un incipiente pero decidido afán romántico, propio ya de su edad.   


La convivencia con sus abuelos no es mala tampoco, todo lo contrario. Encerrados los 3 en aquella humilde covacha y con tan solo la espesa vegetación como testigo, emergen los tonos altisonantes del televisor o una vieja radio, con melodías de corte árabe. Selva y su abuela se entregan por completo a la danza. El canoso nono también se une a la fiesta, recordando por un instante sus años mozos.

Aunque inmadura y un tanto egoísta. La abuela de Selva es la única figura materna que le queda. Ambas se refugian la una en la otra, inventando un lenguaje propio o intercambiando incluso amistosos insultos en situaciones de conflicto.

Selva recorre el amplio paisaje verde y se permite alejarse de cuando en cuando. 
La atmósfera sonora y la música coinciden en perfecta armonía, orquestando así un fabulesco entorno en el cual la protagonista convive con lo místico y lo sobrenatural. Una dama de negro (¿su madre, tal vez?) le hace compañía y la aconseja. La naturaleza es ya parte de su familia.


En casa, Selva conserva un altar con artículos diversos (incluida una serpiente disecada). Tesoros invaluables que le permiten mantener una conexión con lo ya intangible, pero siempre añorado... El recuerdo de su madre. 

El frágil equilibrio ya forjado se rompe de repente. Tras una noche de fiesta y excesos, la abuela de Selva desaparece. En un primer momento, esta prefiere no tomarle importancia. Ya antes la señora ha tenido sus escapadas y tal vez sea solo cuestión de tiempo para que dé la cara. 

Pero, es tras la pertinaz insistencia y reclamos de su abuelo delirante, que Selva se da a la tarea de buscarla, organizando así una intensa expedición en compañía de sus amigas.

El resultado es el más previsible. Entre los verdes matorrales de un alejado sendero, Selva contempla el cuerpo sin vida de su abuela. Finalmente el licor, la droga y los permanentes excesos cobraron el inevitable precio.

La situación de Selva se complica. El asumir el rol de cabeza de familia es el menor de sus problemas. Ahora su abuelo, antes dulce y dócil, se torna obstinado y con tendencias suicidas. El NO probara bocado alguno hasta tener de vuelta al amor de su vida.

No hay tiempo para el luto. Selva se refugia cada vez más en lo mágico y quimérico. Busca respuestas que le hagan comprender el sentido de la vida y la esencia de la muerte, lo que en verdad representan y si acaso su abuelo es el candidato ideal para un nuevo plano de existencia.

Destaco la soberbia escena de Selva y la fogata:
Ya de noche y frente a su casa, la pequeña realiza un rito pagano, propiciando así el reencuentro con su abuela fallecida. 

La secuencia es de corte un tanto siniestro, pero con un matiz enternecedor. El pase de antorcha entre abuela y nieta, en donde la bruja experta le indica a su novel aprendiz que camino deberá seguir. 

Sopa de Culebra, es el consejo dado por el espíritu de la abuela, ahora presente tan solo en una tenue silueta que se confunde en un abrazo con Selva.
Ella obedece y caza con premura al viscoso y largo reptil. El potaje es preparado con los condimentos pertinentes. Curiosamente, el abuelo ha desistido ya de su huelga de hambre, por lo que este se muestra más que ansioso en probar un bocado.

De a pocos la tenue luz del longevo caballero se apaga. La sopa cumplió su objetivo, este ahora reposa en paz y sin más delirios o congoja.
Con su infancia ya culminada y destruida, Selva rompe por vez primera en un inconsolable llanto. Es momento ahora de asumir su místico linaje y encarar la vida de un modo completamente diferente.

Ceniza Negra, es una interesante propuesta que combina lo espectral con lo humano. Un drama de corte existencialista, que retrata eficazmente el despertar de Selva hacia la formal adolescencia y lo extremo de afrontar la muerte cual sombrío rito de iniciación, pero a la vez, inevitable.

Una selva mágica y sombría, soberbiamente retratada en amplios encuadres de frías tonalidades, es el perfecto escenario para el presente relato. Esto, sumado a la ya sublime conjugación de sonidos y notas musicales propuestas en su banda sonora.

Si bien para algunos, el metraje peca por momentos de muy contemplativo y poco dinámico, es esa cualidad onírica, mágica y fabulesca que rodea el entorno, lo que hace del film, uno muy apreciable.
Mención de honor para la protagonista, Smachleen Gutiérrez. De un innato y resaltable talento. En concreto, la directora supo sacar lo mejor de la joven actriz. 

Cinta recomendada, sin duda.

Eso es todo por ahora. Hasta la siguiente función. 

 
Diego Mezarina.

martes, 13 de agosto de 2019

Reseña de MIRIAM MIENTE (Competencia Oficial) / 23 FESTIVAL DE CINE DE LIMA

Reseña: MIRIAM MIENTE (2018) de Natalia Cabral & Oriol Estrada.
Por: Diego Mezarina

23 Festival de Cine de Lima - *COMPETENCIA OFICIAL*.
País: República Dominicana.
Género: Drama.
Duración: 90 minutos.
  

Ad portas de su fiesta de 15 años, Miriam se enamora. Pero este, es un amor prohibido, uno que la hará sumergirse en una serie de mentiras.
Miriam (Dulce Rodríguez), personaje central de la trama, es una jovencita sensible y con cierta dualidad en su conducta. A veces se muestra reservada, otras tantas da lugar a su lado rebelde y aventurero.

Es aquel último rasgo, el que motiva su afán romántico. Merced a un previo recorrido por diversos chats de internet, esta tiene ya un novio formal on line… un galán de corte virtual y de rostro aún desconocido.
Jean Louis, es el nombre del afortunado. Miriam acuerda una cita con él en un Centro Comercial. Grande es su sorpresa sin embargo, la mayor tragedia acontece… Jean Louis (si acaso ese es su nombre real), es NEGRO. Miriam lo vio de lejos, ella aún no ha rebelado su identidad. Su única salida es huir del lugar.

Curioso detalle, Miriam es afro descendiente, tal y como Jean Louis. ¿Cuál es el problema entonces?
El medio social en el cual se desenvuelve la protagonista. Un espacio burgués y acomodado, asoma cual fortaleza amurallada, una contundente división de razas y clases. 

 
Si bien Miriam pertenece a la raza equivocada, es su posición económica la que le otorga un mejor status. Esto, y el hecho de que su madre sea BLANCA. Una especie de purificación o implementación socio / racial, bien aceptada por el círculo amical de la joven.

Ante tal risible escenario, es que emerge Jennifer (Carolina Rohana).
De tono radiante, alegre y un tanto pícara, la joven de raza BLANCA ve en su contraparte mulata (Miriam) a la perfecta mejor amiga. Su compañera de juego recurrente y la más solemne confidente. 

El quinceañero se acerca. Miriam, Jennifer y algunas otras de sus compañeras se encuentran cada tarde en una academia de baile de alto rango. No obstante, la coreo para la fiesta no esta lista. Miriam no tiene pareja… no puede ensayar. 

 
Con bombos y platillos esta anunció que dicha plaza sería ocupada por Jean Louis. En la versión de la joven, Jean Louis es un gallardo muchacho de raza blanca, rizos dorados, ojos azules y para cerrar con broche de oro: Hijo del agregado cultural de la Embajada de Francia. Ni más ni menos.

Más allá de su Pecado Racial, se rebela luego una nueva afrenta de Jean Louis. Este, es un encargado de limpieza, un jardinero, limpia baños, mil oficios, como quieran llamarlo. Y peor aún, Jean trabaja justamente en la academia de baile frecuentada por Miriam y sus elitistas compañeras.

Los días pasan y las mentiras aumentan. Miriam va quedando cada vez más comprometida en su necia y tozuda terquedad, una quimera por demás absurda. La comunicación on line con Jean Louis se da de tanto en tanto. No hay una respuesta acertada, solo más falacias y decepciones.

La madre de Miriam se torna sospechosa y preocupada. Para ella, aquel Quinceañero asoma como una auto reivindicación. Un momento mágico que ella nunca experimento. Eso, y el hecho de haber sufrido las consecuencias de enamorarse de un hombre negro allá en su juventud, motivando así la dura desaprobación de su padre.

Las amigas de Miriam también se muestran suspicaces, en especial Jennifer.
Cual aspirantes a Lolitas, estas buscan motivar a la ahora adusta Miriam, relatando con incansable y pecaminoso afán algunas de sus experiencias amorosas. 
Todo es esfuerzo es fútil sin embargo. Miriam no revela ninguna información relevante respecto a Jean Louis. Las consecuencias sociales y familiares ante tal acto, serian por demás nefastas.

En el ínterin, Miriam se permite bajar al llano. Realizando algunas visitas a su padre, negro de nacimiento y de buen corazón. De ánimo festivo y jovial, este sabe cómo sacar a Miriam de su recurrente formalidad, haciéndola bailar con renovado espíritu al ritmo de una sabrosa salsa.

El break no dura mucho. Miriam debe volver a las altas esferas y afrontar de nueva cuenta la maraña de ficciones que esta ha ido acumulando frente a ella.
Es solo cercano al final, a muy poco de su fiesta, que Miriam se confiesa con Jennifer. La infame verdad es así rebelada: “Jean Louis es negro”.
La niña blanca abraza a su amiga morena, el momento es emotivo, con algo de jocoso y mucho de patético.

La madre se entera (infidencia de Jennifer). Está ahora se tornara antagónica a los deseos de su hija, evitando a como dé lugar que esta llegue a encontrarse con su menesteroso pretendiente.

El “Día D” ha llegado. El quinceañero de Miriam. Entre decorados decadentes y coreos poco inspiradas, la joven mulata y su moreno novio se observan a lo lejos. Esta lo llegó a invitar previamente (vía chat). Jean Louis luce elegantemente ataviado para la ocasión.  

El momento entre ambos es tenso y un tanto incómodo. No hay lugar para un happy ending estilo Hollywood, con el galán llevando a Miriam en brazos entre los aplausos del respetable. El desenlace, como tal, es solo un desencuentro. Un adiós, sin palabra alguna. 

Miriam y Jennifer se reencuentran luego por fuera de la fiesta. Culpable aún tras la reciente traición, Jennifer busca consolar a Miriam. No hay mucho más que decir, es tan solo la compañía que se dan la una a la otra, lo que ambas necesitan para sobrellevar aquel duro momento.

Miriam Miente, primer largometraje de ficción de la pareja Cabral / Oriol, nos presenta en un curioso y por momentos farsesco entorno de tipo burgués. Una clase media acomodada, con ciertos privilegios y muchos complejos.
Temas puntuales como la crisis de identidad, la diferencia de clases y una casi patológica hipocresía al respecto, son retratados aquí sin ambigüedad alguna.
No obstante, tal vez sea este punto el que más podría afectarnos como espectadores. El constatar que este tipo de conductas son aún una constante en muchas partes del continente.
Sin duda, la presente cinta motiva a la reflexión, dejando muy en claro su mensaje. 

Respecto al manejo actoral, debo confesar que la interpretación de Dulce Rodríguez (Miriam), no fue de mis favoritas. Por momentos sobresaliente, pero muchas otras un tanto flemática e inexpresiva. No logre captar aquella angustia vinculada a su personaje. Al menos, no en su totalidad.
Carolina Rohana (Jennifer), por otro lado, fue el perfecto contrapunto para la excesiva parsimonia de Miriam. Una correcta e interesante interpretación, que contribuyó en forjar una orgánica y natural relación entre ambos personajes.
Eso es todo por ahora. Hasta la siguiente función. 


 
Diego Mezarina.


martes, 6 de agosto de 2019

Reseña: SÓCRATES (2018) - Por Diego Mezarina - 23 Festival de Cine Lima.

Reseña: SÓCRATES (2018) de Alex Moratto. 
*COMPETENCIA OFICIAL*
Género: Drama.
Duración: 71 minutos.

Por: Diego Mezarina.

El inicio es crudo y contundente. Una madre muerta sobre la cama y un hijo desesperado.

Sócrates (protagonista del film) es así marcado por la tragedia, la cual será su compañera de viaje durante el resto de la trama.


Obligado por las circunstancias, el joven mozuelo carioca deberá buscar la manera de subsistir en una ciudad indolente, ajena a cualquier tipo de tolerancia o caridad.

Pese a esto, Sócrates (interpretado eficientemente por Christian Malheiros) nos presenta una actitud combativa y emprendedora, propia de su juventud. Cada obstáculo, es así asumido con valentía.

No obstante, tal como lo señalado al inicio, la tragedia es una constante agresiva. Una que no le da tregua alguna al personaje.

Sin un techo donde dormir, un trabajo que lo sustente o sin siquiera poder acceder a las cenizas de su difunta madre, Sócrates busca evitar a como dé lugar un reencuentro con su padre. Y es que este siempre lo ha rechazado por su condición de homosexual.


Es justamente ese aspecto de su vida, el que parece darle un oportuno break. Esto, tras conocer a Maicon.

Luego de un primer encuentro un tanto conflictivo, ambos muchachos desarrollan un intenso vínculo pasional, uno que escalará de manera acelerada, haciéndonos suponer que Maicon (Tales Ordakji) asumirá el rol de partner. Un amigo, un compañero… un amante. Aquel apoyo que Sócrates ahora tanto necesita.

La realidad asoma nuevamente, sin embargo. Siempre implacable ante la incrédula e impotente mirada de Sócrates.

Así pues, cada puerta se cierra ante el protagonista. Ni siquiera su familia más cercana lo apoya. Tal y como su padre, estos también condenan su sexualidad, cual nefasto pecado o insana patología.

Sócrates va perdiéndose en sí mismo. Se da una afectación en la imagen, un uso estratégico del enfoque y desenfoque. El atribulado joven luce por momentos como una entidad extraña y deforme, la cual se camufla con el resto del espacio en el encuadre.

De la mano con la banda sonora, la cinta se torna cada vez más manipuladora, casi al borde de lo tolerable. Somos así, cómplices silentes de la persistente miseria de Sócrates y su vertiginosa caída en espiral.

Su condición de menor le imposibilita el conseguir un empleo. El vender su cuerpo asoma entonces como la única opción. Estuvo a punto, pero un último resquicio de pudor y dignidad evitó lo peor.

El ineludible encuentro con su padre se da en 2 ocasiones distintas. Miedo, odio, rechazo y violencia. En esto puede resumirse la interacción entre ambos personajes.


Sócrates pierde el control, como tantas otras veces. Tal vez el desespero y la frustración. Tal vez el comer de la basura le dejó un mal sabor de boca. Cualquiera fuera que fuera el detonante, el resultado final de dicha reunión es el ver al padre tendido sobre el piso, sangrante, luego del brutal ataque recibido.

La cámara permanece contemplativa, como en un inicio.

Sócrates busca ahora la redención. Como llevado por un trance, este procede a sumergirse en el mar, junto a la caja que contiene las cenizas de su madre. Cenizas que logro rescatar de la casa de su tan odiado padre.
Su madre fue y será todo su universo. El último bastión de normalidad y cariño incondicional. Nunca nadie lo querrá igual. Nunca nadie lo aceptará tal y como ella lo hizo.

Tras el calmo y catártico momento, Sócrates emerge de las aguas. Asoma ahora el epílogo. Aunque más parece un nuevo comienzo. El renacimiento del protagonista, forjado ya en el desconsuelo y con la certeza de que solo se tiene a sí mismo para salir adelante.

Con tan solo 70 minutos en su metraje, Sócrates destaca en si misma virtud a la intensa carga emocional propuesta por el director (Moratto) y su correcto manejo actoral.

No obstante, aquel componente esencial de desesperanza, peca de reiterativo. Tal redundancia no da lugar a mayores giros en la conclusión de la trama, haciéndola un tanto predecible.

Cal y arena. Varios aciertos y el punto en contra ya señalado, son mis conclusiones finales respecto a esta cinta.

Horarios:  Sábado 10 de Agosto: Cineplanet Chiclayo (8 pm)
                  Martes 13 de Agosto:  Cineplanet Alcazar (7:45 pm)
                  Jueves 15 de Agosto: Sala Roja CCPUCP (2:30 pm)




Hasta la siguiente función. Nos vemos en el Festival.

Diego Mezarina.